Ha sido un comienzo de año un tanto difícil. Ha habido muchas enfermedades y los siete miembros de GWI no hemos sido inmunes a ellas. La semana pasada un colega dijo que febrero es el nuevo enero, dando a entender la necesidad de empezar de nuevo.
Estos momentos colectivos de lucha parecen indicar algo, pero puede ser difícil descifrar qué. ¿Lo vemos como una necesidad de bajar el ritmo y hacer una pausa? ¿Hemos estado presionando cuando deberíamos estar hibernando? ¿O seguimos adelante, encontrando la fuerza que viene con la adversidad? ¿Importa siquiera qué camino elijamos?
Lo que más me llama la atención es cómo nos apoyamos unos a otros en estos tiempos de adversidad, tanto grande como pequeña, personal y global. Hay un dicho budista que dice: "El invierno nunca deja de convertirse en primavera". Efectivamente, el invierno se convertirá en primavera, hayamos descansado lo suficiente o no. Emergeremos con nuevas oportunidades ante nosotros. En este periodo de dificultades, enfermedades y retos, nos tendemos la mano unos a otros, nos damos la gracia, recogemos las cargas de los demás cuando podemos, nos sentamos junto a la cama y cogemos una mano porque nos importa. Estos actos nos conectan y confirman el poder de lo colectivo cuando las situaciones pueden hacernos sentir aislados.
A pesar de las pruebas, a pesar de la ansiedad de un tiempo caluroso fuera de temporada (seguido de tormentas de nieve), el sol está tomando ese aire primaveral, los pájaros se hacen oír y puedo sentir el florecimiento que pronto llegará. No sé si colectivamente hemos descansado lo suficiente, pero me sigue entusiasmando la energía que llega y lo que podemos hacer crecer: las nuevas ideas, las ideas que se han estado filtrando, la oportunidad de comprometernos unos con otros. La liberación es un esfuerzo colectivo arraigado en el amor.