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Notas desde el terreno: Creo en el proceso

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por Susan Grove

Como estudiante y profesional de la facilitación, me encanta que en este nuevo modelo de trabajo conjunto estemos desarrollando nuestra conciencia de proceso. Una de las formas en que concibo la facilitación es como una práctica, y una disciplina, de perseguir tenazmente un sentido de claridad sobre hacia dónde puede y quiere ir un grupo, y de planificar intencionadamente una (o varias) formas de llegar allí. Cuando nos embarcamos en este viaje, nos dimos cuenta de que si queríamos respetar todas las voces y perspectivas, no podíamos limitarnos a una forma implícita de debatir, sino que debíamos tomar decisiones conscientes para que las reuniones fueran diferentes. Tuve una experiencia de esto al principio, cuando pude sentir una clara diferencia en la forma en que compartíamos el poder. 

La palabra propuesta es ahora una parte importante de nuestro vocabulario. Una de las primeras veces que practicamos nuestro nuevo proceso de toma de decisiones sobre el consentimientoLo hicimos con una simple propuesta para ampliar la duración de la próxima reunión. Cuando llegó el momento de reaccionar a la propuesta, tomé la palabra en primer lugar y hablé de la abrumadora cantidad de cosas que tenía entre manos en ese momento y del tiempo que necesitaba para preparar uno de los puntos del orden del día de la siguiente reunión. Básicamente, estaba indicando que me oponía a prolongar la reunión. En una reunión normal, los demás habrían intervenido -o guardado silencio- en un orden aleatorio. Lo más probable es que los comentarios hubieran dependido de lo que yo hubiera dicho primero. Habría esperado que la propuesta de prolongar la reunión se rechazara rápidamente. 

Pero habíamos elegido un proceso diferente, y procedimos alrededor del círculo para escuchar cada voz. Según nuestro proceso, en lugar de ajustar su reacción en función de lo que yo compartía, la siguiente persona comentó la propuesta original y afirmó nuestra necesidad compartida de más tiempo de reunión. A medida que se desarrollaba el proceso y se equilibraban nuestras voces, pude sentir claramente cómo a menudo puede haber poder ligado a la perspectiva de la persona que habla primero y, en este caso, cómo el proceso que habíamos elegido practicar lo disminuía. En los pocos minutos que tardamos en completar el círculo, surgió una propuesta modificada para alargar la reunión y posponer el punto del orden del día que me preocupaba por no tener tiempo suficiente para preparar. Compartir el poder nos llevó a una propuesta mejor, creada conjuntamente, que satisfacía todas las necesidades -las mías y las nuestras- y todos la aprobamos. 

Antes de esta experiencia, creía que el proceso es muy importante. Desde entonces, pienso en ello como una piedra de toque que me recuerda que compartir el poder puede parecer al principio como renunciar a la influencia, pero puede crear más potencial para un resultado que satisfaga al conjunto. Y tanto si el resultado satisface mis propias necesidades como si no, ceder algo de influencia para poner en práctica valores compartidos me parece una compensación que merece la pena.  

Artículos y reflexiones personales del equipo de GWI sobre su vida y su trabajo en común.

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