Lo difícil no es el liderazgo compartido, sino el no compartido. Cuando empezamos, una de las primeras grandes ideas sobre este trabajo fue el enfoque no jerárquico, es decir, un liderazgo distribuido en el que no hubiera una sola persona responsable de la toma de decisiones "ejecutivas". Tiene sentido, ¿verdad? Nos estamos convirtiendo en una organización sin ánimo de lucro autodirigida por los TRABAJADORES. Sin embargo, la segunda gran idea que siguió casi inmediatamente a la primera fue la idea de autonomía. El liderazgo compartido es grande, pero la autonomía es un socio igualitario en este trabajo. Creemos que con nuestro nuevo sistema de liderazgo todos tendremos más libertad para trabajar de forma autónoma.
Los círculos son nuestra forma básica de organización en GWI. Todo el trabajo se hace en círculos, y todos los círculos tienen más de una persona. Autonomía no significa que una persona tome decisiones independientemente del resto del equipo; no somos silos. Por el contrario, como círculos, somos libres de tomar las decisiones que colectivamente consideramos adecuadas para nuestro trabajo. Nadie puede venir y decirnos que tenemos que hacerlo de una manera o de otra.
Suena muy bien, pero tiene truco. Cuando somos nosotros los que hacemos el trabajo, se nos da la confianza radical de la organización para tomar decisiones. Cuando no somos los que hacemos el trabajo, cuando no formamos parte del círculo, damos un paso atrás y otorgamos esa confianza a los que sí la tienen. Nuestra norma es respetar la sabiduría de nuestros compañeros de trabajo, y ésta es la verdadera práctica de ser un WSDNP. Una práctica dura, no una práctica de "acertar a la primera".
Todos tenemos ideas y opiniones y nos encanta compartirlas, y esto sigue siendo bienvenido en nuestro nuevo sistema. Ningún trabajo está prohibido y siempre podemos hablar con nuestros compañeros. Sin embargo, cuando no estamos en el círculo, sólo podemos compartir una idea y alejarnos confiando en que el círculo decidirá cuál es la mejor manera de utilizar nuestro consejo, solicitado o no. Cuando se trata de cuestiones generales relacionadas con la alineación de la misión o el presupuesto, los fideicomisarios de los trabajadores (que somos todos, por ahora) podemos opinar. Cuando se trata de una decisión sobre el diseño del programa, los socios de facilitación, las estrategias de divulgación o los procedimientos contables, si no estás en el círculo, ¡no depende de ti!
Esto es difícil, y cometemos errores todo el tiempo. Nunca será perfecto, porque cada círculo es una combinación diferente de las mismas seis personas, y no podemos aislar lo que somos. Eso está bien, y como con todo, hacemos lo posible por mantener la práctica. Pero por cada decisión que compartimos, tenemos que reconocer las que no compartimos.
Cuando le decimos a la gente que somos una organización sin ánimo de lucro autogestionada por los trabajadores, la primera respuesta suele ser una pregunta sobre la eficacia. "¿Cómo se puede hacer algo si no hay una persona encargada de tomar la decisión final? ¿Todo el mundo tiene que opinar sobre todo?". Y nuestra respuesta es siempre la siguiente: este trabajo es una práctica constante de saber cuándo tomar una decisión y cuándo dar un paso atrás, cuándo ofrecer una sugerencia y cuándo dejar ir tu idea, cuándo volver a comprobar y cuándo seguir adelante. Cuesta trabajo sostenerlo todo, pero cuando lo hacemos bien, avanzamos más rápido y más lejos, y lo hacemos todo con un sentido de integridad que parece casi revolucionario.