Me preguntaba: ¿Es este el primer verano que tenemos que lidiar con riesgos para la calidad del aire por el humo de los incendios forestales canadienses Y con inundaciones catastróficas en nuestros condados locales y estados vecinos? Entonces me enteré de que las temperaturas oceánicas alcanzaron 98 grados frente a la costa de los Cayos de Florida. Y todavía no entiendo muy bien cómo los impactos globales de otro ciclo de El Niño interactuarán con temperaturas medias más elevadas debido al cambio climático, pero parece que los científicos del clima tampoco están de acuerdo al respecto.
Antes me encantaban las tormentas. Ahora parece que se han pasado de la raya.
Tenemos mucha práctica en seguir adelante ante la incertidumbre constante y la evaluación de riesgos debido a los años de vida pandémica. Vigilar el tiempo, escuchar las señales de que puede ser peligroso, es un espacio relativamente inexplorado para nuestra región geográfica. Me gusta quejarme cuando no hay suficiente nieve en las montañas Catskills de que no me apunté a cinco meses de temporada de barro. Los mosquitos de esta semana son atrevidos, grandes y hambrientos. Ahora consulto directamente el Breezometer para ver cómo está la calidad del aire y dónde arden los incendios. Hace falta algo para mantener la calma.
El cuento de Esopo la tortuga y la liebre me ayuda a orientarme. Tras descubrir una tortuga pintada sobre el musgo, reflexiono sobre su camino. En realidad, el cambio es lento e inexorable. El cambio es inevitable y neutral. Es sólo un fenómeno. Al planeta en sí no le importa calentarse. Son todos los ecosistemas vivos interconectados que pasaron milenios desarrollándose bajo ciertas condiciones estables los que sufrirán el colapso. Mientras tanto, andamos a la carrera, distraídos, movidos por el ego o el pánico o por cuestiones a corto plazo. ¿De dónde sacaremos la orientación y el cambio profundamente arraigado que necesitamos para detener esta carrera alocada hacia un medio ambiente inhabitable? ¿Cuándo despertaremos? Lento y constante se gana la carrera, como nos gusta decir. De hecho, tengo la sensación de que los enfoques pequeños, pacientes y humildes podrían ser los que propicien los equilibrios estabilizadores. Sé como la tortuga.
¿Qué aspecto tiene eso en el día a día? Tomarse tiempo para el duelo; permitirse el descanso; trabajar con intensidad, pasión y compromiso; cuidar de los demás y evitar hacerles daño; defender a las personas y los seres vivos que no tienen voz; crear conciencia y saber que siempre hay algo más que no sabemos; actuar con humildad; aprender de los errores; celebrar y compartir la alegría; ser amables con nosotros mismos y con los demás; percibir la belleza... y la lista continúa. Es una lista de pasos silenciosos que pasan desapercibidos. Cuando nos permitimos esas cosas, podemos tener el valor de enfrentarnos a los problemas de todo el sistema, a escala de la Tierra, que nos asustan, y no salir corriendo. Como el colibrí que sigue dejando caer un pequeño pico de agua sobre el bosque furioso y ardiente, podríamos hacer lo que podamos, batiendo nuestras alas más rápido de lo que el ojo puede ver.